Ahora los jubilados o prejubilados hemos aprendido a mirar con otros ojos y mirar al cielo con más frecuencia y organizar nuestra expectativa del día con las condiciones meteorológicas. Los años nos ha condicionado a respetar al calor, viento, frio y agua, para no exponernos a la intemperie de forma innecesaria. No queda más remedio que el escudo protector, el abrigo, el pañuelo, el paraguas, las botas… para pisar la calle.

Cuando sobrepasamos los 50 años y caminamos descendido la segunda parte de la vida, simplificamos las cosas del mundo en dos dimensiones, sin profundidad, pero también es cierto que, sin espesor, un mundo diario transparente, nítido como si realizáramos un dibujo rápido tipo boceto donde lo esencial es la idea. Por eso dividimos las cosas en placenteras y desagradables. Entre las primeras está que después de sufrir la larga sequía y extremas olas de calor, refresca observar tras los cristales, la lluvia caer, recrearse en el sonido de las gotas de agua, las paredes acogiéndose en su humedad, como se despeja la piel del asfalto de transeúntes, desnuda la calle vemos los silencios que deja, los instantes en donde se unen la tierra y el agua, el placer de aspirar el perfume que desprende de tierra mojada, la hierba fresca, el brillo negro del asfalto.
Llega diciembre y nos aprieta la reconquista del tiempo del espacio vacío de los años de pandemia, al espacio del tumulto lleno de vida de un mes donde todos tienen prisa, siempre hemos tenido prisa, pero este año se presenta más acelerado y complejo, nada vuelve a ser como antes, acabamos de inaugurar un nuevo tiempo donde para ir a un bar tienes que reservar una mesa con suficiente antelación, las aglomeraciones se suceden en los centros comerciales, espectáculos…, las plazas de aviones, trenes se agotan, es evidente que estamos en una especie de locura colectiva con un apego al mundo, en divertirnos en multitud.
La media luz del invierno me hace regresar a la ilusión de montar el Belén y decorar el salón con el árbol de Navidad, pero la verdad es que mi corazón está con los nietos para que nunca se le retire esa magia y fantasía, propia de la infancia en la Navidad, del otro lado social, nos encontramos los estudiantes mayores de la universidad con su talento sutil y rejuvenecida curiosidad intelectual quienes afrontan los últimos días del intenso primer trimestre de clases antes de las vacaciones navideñas y en simbiosis la asociación de alumnos ALUMA, inserta en su programa el cierre del año con una semana grande de actividades sociales, solidarias y culturales.

En este mes Diciembre a los miembros de las asociaciones de estudiantes mayores, de cada rincón de España, se nos pone de manifiesto la realidad de todo lo que somos, todo lo que nos envuelve, nos sostiene y alimenta, es más rica y más viva.
Cuando llega el mes del despilfarro vital: comidas, regalos y festividades con amigos y familia, la asociación ALUMA, practica con la razón de lo colectivo, en la fuerza de ayudar a los más inocentes, a fomentar actos culturales y otros festivos que pongan música y diversión a la juventud acumulada.
En la capa humana donde los polos coinciden, los mayores solidarios con los más pequeños, los niños, con un concierto solidario para el Banco de alimentos, de productos básicos para bebes (leche, pañales, papillas …), dónde actúan de forma altruista en el Aula Máxima de la Universidad de Granada: El Coro del Aula Permanente de la Universidad de Granada, el Grupo musical Más Anchos que Panchos y el Grupo musical la Muralla.

El mundo en que vivimos se revela como real, en su propia historia, de suerte en esta ocasión contamos con un cierre de la Tertulia Poética-Literaria, la fuerza de la poesía capaz de relatar la historia de España en versos cuyo autor nos la presenta en persona, el poeta granadino Juan José Gallego Tribaldos.

El lenguaje de la convivencia entre profesores, compañeros y amigos, en una comida de Navidad. Una música de fiesta dejara su estela entre los estudiantes mayores, vestidos con sus mejores galas para compartir: palabras, sonrisas, risas y bailes, en los huecos que nos deja la vida para divertirnos.
Quiero adelantar el mejor mensaje de Navidad que sale del silencio de nuestros corazones y calienta con amor los corazones de los que nos acompañan en la vida.
En especial para todos los hombres y mujeres, amigos y compañeros, que con paciencia y cariño, leen los artículos de Granada y de otras partes de España, también para aquellas personas que me han conquistado como son los mexicanos y también allá en la querida Argentina donde los lazos de cooperación y amistad se acrecientan.
¡FELIZ NAVIDAD!
(NOTA: Próximamente se publicará el vídeo de la Comida de Navidad)
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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.