Con la Orquesta ciudad de Granada. Ensayo abierto 2. Crónica de una mañana de música y sensaciones.
Este pasado día 7 de noviembre asistimos quince socios de ALUMA al ensayo general de “El concierto para piano núm. 2 de Beethoven”, tras haber obtenido plaza por orden de inscripción. Como dice Rosa, compañera de primero del Aula con la que coincidí en el ensayo: “asistir a este tipo de actividades es un auténtico privilegio”.
Fue una mañana de otoño espléndida, con un sol amable que iluminaba Granada y con un pelín de aire fresco que despertaba el ánimo sin llegar a ser molesto. Todo invitaba a disfrutar, a escuchar y a dejarse llevar.
Muchos de los que asistimos no somos expertos, ni mucho menos. La mayoría vamos a los ensayos que pone a nuestro alcance Aluma y la OCG con la simple curiosidad de ver cómo trabaja una orquesta “por dentro” y escuchar de manera amable y entre compañeros de una actividad cultural. Pero conforme tomamos asiento en todos los ensayos y los músicos comienzan a afinar, se va creando esa expectación silenciosa que nos va transmitiendo la curiosidad de lo que vamos a escuchar.
En este ensayo final, preparatorio para el concierto definitivo, frente a los músicos, el director y pianista Christian Zacharias marcaba el compás con decisión, y a la finalización de cada obra hacía las correcciones y daba indicaciones con gestos firmes. Se notaba que las obras que ensayaban eran complejas, y que lograr el equilibrio entre tantos instrumentos requería concentración, algo de paciencia y determinación.
Las tres obras ensayadas fueron:
Arnold Schoenberg – Sinfonía de cámara núm. 2, op. 38.
La Sinfonía de cámara núm. 2 de Schoenberg, he de decir que al principio me resultó desconcertante. No era la música “bonita” que yo me esperaba; más bien, parecía un lenguaje desconocido. Pero poco a poco se fue abriendo paso una emoción profunda, casi íntima.
Schoenberg tardó más de treinta años en acabar esta sinfonía. Es la música de alguien que ha cambiado mucho con el tiempo, que ha vivido y se ha transformado. Empieza con un tono triste, como una despedida. La flauta suena sola, melancólica, como si describiera, como si contase algo. Luego la orquesta se complica, crece, discute consigo misma, hasta que, al final, se ralentiza y se adapta a una calma que no es paz del todo, como si aceptase alguna propuesta.
Ludwig van Beethoven – Concierto para piano núm. 2 en Si bemol mayor, op. 19.
Llegó Beethoven, y con él un cambio de luz. Desde las primeras notas se sintió una claridad alegre, una energía distinta. El piano entró con un toque vivo, elegante, y la orquesta respondió con complicidad.
Era difícil no dejarse llevar. Este concierto, aunque lleva el número dos, fue el primero que escribió Beethoven siendo joven, y suena precisamente a juventud, a descubrimiento, a ilusión. El primer movimiento tiene ese aire decidido de quien confía en sí mismo. El segundo es una pausa íntima, un suspiro entre tanta brillantez. Y el último es pura alegría, un juego entre el piano y la orquesta que termina con una chispa de humor.
El director Zacharias, hizo las correcciones oportunas para ajustar el conjunto a su gusto con entradas, ritmos, detalles. Lo hacía con rigor, como quien sabe que en la música no basta con tocar bien: hay que sentir juntos.
Franz Schubert – Sinfonía núm. 2 en Si bemol mayor, D 125.
Otras de las obras fue la Segunda Sinfonía de Schubert, escrita cuando el compositor tenía apenas diecisiete años. Saber eso cambia la forma de escucharla: uno cuando sabe esto percibe enseguida la frescura y la alegría juvenil que la recorren de principio a fin.
La obra empieza solemne, casi como si el joven Schubert quisiera ponerse serio, pero pronto la música se llena de vida. Los instrumentos parecen jugar entre sí, como si estuvieran descubriendo el mundo. Hay momentos que suenan a danza, otros a travesura, otros con emoción.
Durante el ensayo, el maestro Zacharias marcaba con precisión los contrastes: pedía más fuerza aquí, más ligereza allá, ajustaba el balance de los vientos y las cuerdas con la paciencia de un artesano.
Al terminar el ensayo y salir del auditorio, el sol seguía brillando sobre Granada, y algo de viento que parecía recorrer la colina de la Sabika parecía más suave. La temperatura había subido algo por el efecto del sol y la claridad del cielo era de un azul “celeste” límpido, intenso.
Schoenberg me hizo pensar en la profundidad y el paso del tiempo; Beethoven, en la alegría de afirmarse en la vida; y Schubert, en la inocencia de empezar algo con ilusión. No hace falta entender de música para sentir eso: la música lo traduce sola, sin palabras.
Yo me quedé con la imagen del director de orquesta y pianista Christian Zacharias moviendo los brazos con pasión, guiando a los músicos hacia algo invisible pero compartido. Pensé que la música, incluso cuando no se entiende, nos une y nos humaniza. En esa mañana de otoño, soleada y algo fría, eso bastó para hacernos sentir parte de algo hermoso.
A continuación, escribo enlaces de internet (Youtube), donde poder oír las obras descritas.
Sinfonía de cámara núm. 2, op. 38 de Arnold Schoenberg
Concierto para piano núm. 2 en Si bemol mayor, op. 19 de Ludwing van Beethoven.
https://www.youtube.com/watch?v=jGY43vJ-jrk
https://www.youtube.com/watch?v=jGY43vJ-jrk
Sinfonía núm. 2 en Si bemol mayor, D 125 de Franz Schuber.
https://www.youtube.com/watch?v=gn9zIhfXAAg
Crónica redactada y apoyada en el programa de mano del concierto, así como diverso material consultado en internet sobre las personas mencionadas, así como de las obras ensayadas.
Alejandro Ramírez Ramírez.
Ensayo 2025-11-07 (OCG).

















